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La historia de la seguridad privada en España es de largo recorrido y se remonta a 1.849, durante el reinado de Isabel II. Todo empezó por una Real Orden del Ministerio de Comercio, Instrucción y Obras Públicas, emitida un 8 de Noviembre del citado año, en la que se aprobó el Reglamento que dio pie a la figura de los primeros Guardas Jurados.

La Real Orden hacían los describía como  “hombres de buen criterio y prestigio entre sus gentes, que cuidaran como suyo lo que era de los demás y en los campos existe, pues no cuanto hay en el campo es de todos….”.

Fue así como, amparados por la orden de la Reina y realizando un juramento ante el Alcalde, hizo aparición por primera  vez en la historia la  figura del Guarda Jurado, aunque inicialmente se les llamaba Guardas de Campo.  Al principio, el cometido de estos guardas era la vigilancia de cotos, villas, fincas, parques y pequeñas áreas rurales privadas.

La ley los distinguía como Agentes de la Autoridad, diferenciándolos de los guardas municipales y de los guardas de campo no jurados, que estaban al servicio de los terratenientes. Como distintivo, debían llevar una bandolera de cuero la placa “Guarda de Campo” y el nombre del municipio en el que prestaban servicio.

 

La adaptación de la norma a la dirección de la Guardia Civil

Algunos años después, y ya durante el reinado de Alfonso XII, la Real Orden del Ministerio de Fomento, de Guardería Rural de 9 de Agosto de 1.876, estableció que los Guardias Rurales quedaban bajo la dirección de la Guardia Civil. Fue a partir de entonces cuando los Guardas de Campo pasaron a llamarse Guardas Jurados, algo que indicaba su placa.

A partir de 1.876, los Guardias Jurados desempeñaron  sus funciones en estrecha colaboración con la Guardia Civil.  Poco a poco, la figura del Guardia Jurado fue ganándose la reputación de vigilante fiel, recio y valiente, que se esforzaba en colaborar con la ley movido por una verdadera vocación de servicio al cumpliento de la misma.

 

Las funciones del Guarda Jurado

El Guarda Jurado se encargaba de las tareas de control y custodia de las que la Guardia Civil no podía hacerse cargo. En otras palabras: los Guardias Jurado reforzaban el cumplimiento de la Ley villas, parques, plazas, y montes. Cuando debían denunciar algún hecho, lo hacían ante el Alcalde o la Guardia Civil. Como requisito para ser Guarda Jurado, se debía ser un hombre que gozase de buena opinión general, incluso de fama, que no hubiera sido nunca condenado por algún delito. 

También se requería no haber sido despedido nunca como guarda municipal,  ni destituido del cargo de guarda jurado por incumplimiento del deber en su trabajo. El perfil de estos hombres tenía que caracterizarse por tener habilidad en mediar en pleitos y discusiones, y durante todas las épocas, hacían juramento de proteger los intereses que custodiaban, guardando lealtad total al poder establecido en cada momento.

Los años fueron pasando hasta llegar los comienzos del régimen franquista, que comportó cambios para el Guarda Jurado. Ya que se  había convertido en una figura muy reconocida y respetada en el ámbito rural, se decidió que un Guarda Jurado de parecidas características sería apto para custodiar bienes públicos. Una de estas primeras figuras fueron los  serenos, que vestían un uniforme similar al de la policía del régimen, que incluía  insignia del águila del escudo de Franco. También llevaban el famoso y enorme manojo de llaves que les caracterizaba, con el que podían abrir todos los portales del barrio donde hacían su ronda.

La figura del sereno abrió paso a otro Guarda Jurado especialmente destinado a la protección de industrias, como cuerpo interno de seguridad. Las primeras en contar con ellos fueron las petrolíferas como CAMPSA,  quien en España formó el primer cuerpo privado de Guarda Jurados Armados.

El primer reglamento del Vigilante Jurado se encuentra dentro de las entidades bancarias mediante el Decreto del Ministerio de la Gobernación de 4 de Mayo de 1946, publicado en el B.O.E. 130.  Casi treinta años después, y tras varios decretos sucesivos, el Real Decreto 629/1978, crea el denominado servicio de Vigilantes Jurados de Seguridad. Se publicó en el B.O.E 629/78 de 10 de Marzo, quedando regularizado el sector y creando una única figura profesional  y el marco legal donde desarrollar sus funciones. RENFE se unió a estos primeros Guardas Jurados,  formando también a los suyos propios (Guardería Jurada de RENFE) que viajaban actuando por parejas en los trenes dotados de  un arma cada uno.

 

Los guardas jurado en la época moderna

Los Guardias Jurados empezaron a ser considerados como un elemento importante para la seguridad a partir de finales de los 60 y principios de los 70. En los años sucesivos la imagen del Guarda Jurado se modernizó por completo y a partir de los años 80 ya no podía ser nombrado como tal por la dirección privada de una industria para su protección. Era una empresa de seguridad la que se hacía cargo de este nombramiento bajo las mismas condiciones en que se hacía anteriormente, y por el mismo decreto ley. 

Con la llegada de la Democracia y el refuerzo de los cuerpos policiales, la seguridad privada perdió protagonismo, y empezaron a surgir sentencias que cuestionaban el rango normativo para ser agentes de la autoridad. Ese fue el primer paso para que, en los años sucesivos, y hasta el día de hoy, el personal de seguridad dejara de ser autoridad y se centrara de forma eficiente en persuadir y prevenir. En la actualidad son personas autorizadas y encargadas de proteger la seguridad de las personas y los bienes materiales de la empresa o lugar donde han sido contratados sus servicios.

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